por T. Austin-Sparks
Capítulo 6 - La Escuela de los Hijos de Adopción
Leyendo: Romanos 8:14, 17, 19, 21, 23, 29; Gálatas 4: 5-7; Efesios 1:5-6; Hebreos 1:1-2; 3:6-8, 14-15; 5:8-14; 12:5-7, 9, 11.
Siguiendo con nuestra contemplación de la casa espiritual ahora hemos de considerar el asunto de la escuela de los hijos de adopción. Estoy dudando si acudir al terreno de las diferencias técnicas de los términos porque es algo que se ha hecho anteriormente con cierta frecuencia, pero creo que tendréis que soportar unas breves palabras en conexión con ello porque puede ser útil para algunos.
LA CONCEPCIÓN DIVINA DE LA “ADOPCIÓN”
Cuando nos allegamos a las cosas de Dios, llegamos a la conclusión de que tenemos que cambiar algunas de nuestras ideas humanas, y entre las muchas cosas donde esto sucede es en este tema de la adopción. La idea de Dios en cuanto a la adopción es del todo diferente a la nuestra. Nuestra idea es que tal cosa consiste en introducir en la familia a alguien ajeno a ella, pero esa nunca fue la idea de Dios de la adopción. El significado literal de la palabra “adopción” es “ubicar a los hijos”, y si habéis estado atentos no habréis pasado por alto que la adopción llega con el cierre de las cosas en todos esos pasajes de la Escritura. Es algo que se extiende por delante. Nosotros, los que hemos recibido el Espíritu, esperamos, esperamos mientras gemimos, nuestra adopción. Fuimos escogidos de antemano para recibir la adopción como hijos. Según la Palabra de Dios es algo que esperamos. Por tanto no consiste tan sólo en entrar en la familia, sino que es resultado de lo que ha sucedido desde que entramos a formar parte de la familia, el resultado de los tratos de Dios con nosotros como parte de Su familia, y sabéis perfectamente que se usan palabras distintas para hablar de esto.
En este particular, la versión revisada es de gran ayuda. Ahí se marca una clara diferencia de que, como niños1 de Dios, lo somos en razón de nuestro nacimiento, pero somos hijos en potencia en base a ese mismo nacimiento. De hecho, según ese pensamiento divino representado por la palabra “adopción”, somos hijos después de estar en la familia durante un tiempo y después de tratar Dios con nosotros. La adopción como hijo, en el sentido Divino, es algo que se está desarrollando en nosotros. Ser un niño de Dios es algo generado; “niño” es un término genérico, pero la adopción como hijo es algo recibido, se da, se imparte. Consiste en algo más que nacer.
EL DESARROLLO ESCRITURAL DEL ASUNTO
Esta palabra, como habréis reconocido, se usa en la Escritura de formas distintas. En Romanos y en Gálatas, por ejemplo, se arroja cierta luz sobre la adopción como hijos. Se ve que tiene su génesis en una relación básica con Dios al recibir nosotros el Espíritu. Hemos recibido el Espíritu, y dice que somos hijos por haber recibido el Espíritu: pero tanto en el caso de Romanos como Gálatas el objeto de esas cartas era dejar patente el grave peligro que se cernía sobre los creyentes de quedarse cortos en un punto en concreto de su vida espiritual como nacidos de nuevo y de no anhelar la perfección. El peligro que corrían era el de apartarse por obra de los judaizantes, que entraban para tratar de frenar el progreso espiritual de aquellos creyentes e introducir una vez más la ley y el sistema judío.
Vamos a decir aquí y ahora que el enemigo siempre resiste con fuerza inusitada este asunto del progreso espiritual en la adopción. Lo más peligroso para el enemigo es “la adopción como hijos.” Significa su fin y él sabe bien las consecuencias cuando el pueblo del Señor marcha con Él hacia esta adopción. Estos judaizantes eran los instrumentos del mal para evitar que estas gentes prosperaran hacia ese fin glorioso.
Así pues, por medio del Apóstol en estas dos epístolas, el Espíritu Santo nos acerca a la luz de la adopción; es decir, nos da el conocimiento de la adopción en su significado más pleno y dice que al haber recibido el Espíritu Santo somos hijos básicamente, pero que esa adopción no tiene aún su pleno significado y valor. Es algo en lo que hemos de avanzar y continuar; pues toda la creación espera y gime mientras espera, la consumación literal de lo que hay de potencial al haber recibido el Espíritu, en una palabra, “la manifestación de los hijos de Dios.” Cuando llegue ese día, la creación será liberada de su lazo de corrupción. Pero las potencias de maldad obran en contra de esa liberación, y obraron a través de los judaizantes y por medio de muchas otras cosas y personas para evitar esa gloriosa liberación de la creación en la manifestación de los hijos de Dios. Así que lo que tenemos en Romanos y Gálatas es luz sobre la adopción como hijos, y se establecen los cimientos de la adopción pero no se dice nada que implique la declaración definitiva de que hayamos alcanzado todo cuanto engloba la adopción. Siquiera esta palabra, “todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”, no está diciendo que todo cristiano es un hijo de Dios; porque, ¿es guiado todo cristiano por el Espíritu de Dios? Es una posición espiritual que está vinculada con la adopción según el pensamiento de Dios.
Naturalmente, en nuestro nacimiento como niños de Dios, cuando la adopción está implícita y es prospectiva, la herencia se extiende por delante porque todo aquel que nace en esta familia es un heredero en potencia. Si somos niños, somos herederos. Todo el mundo sabe que podemos ser menores de edad y herederos al mismo tiempo, y esto queda patente en Gálatas. Pero aunque nazcamos como herederos, aún somos menores de edad y no podemos obtener la herencia hasta que alcancemos nuestra mayoría de edad. Eso es adopción... alcanzar la mayoría de edad, llegar a un desarrollo completo, a una madurez plena.
LA ADOPCIÓN PLENA, UN ASUNTO CORPORAL BAJO FUERTE CONFRONTACIÓN.
Así que nos llevan de la mano para encarar este asunto de alcanzar adopción mediante el desarrollo en nosotros de la adopción como hijos en la Escuela de Dios. Creo que debo decir aquí que, aunque esto se convierte en un asunto individual y personal, y debe ser eso en su aplicación, el tema de la adopción se funde con la propia elección y la Iglesia es lo que queda a la vista, no el individuo. La Iglesia es el cuerpo escogido, y la Iglesia es el “hijo” escogido en el sentido del que hablamos ahora de la adopción como hijos; y es la Iglesia la que está predestinada para la adopción como hijos, no los individuos como tales aunque tenga su aplicación individual, y Dios alcanza Su plan final con la manifestación de los hijos en el sentido corporal, la manifestación de la Iglesia. Digo esto porque siento que este asunto de la adopción abarca la verdad del Cuerpo de Cristo de una forma muy real. En realidad depende de esa verdad. Bueno, puede que no comprendáis lo que quiero decir. Quiero decir que la adopción como hijos necesita al Cuerpo de Cristo, está envuelta en esa verdad del Cuerpo de Cristo, y es en función de nuestro vínculo con Cristo como coherederos que nos desarrollamos, que alcanzaremos una plenitud, la meta final de Dios. Tú y yo no podemos heredar uno a uno, individualmente: sólo podemos heredar de una forma correlativa.
Creo que esa verdad profundiza más de lo que ahora intento señalar; pero reconozcamos que el enemigo tiene algo muy en mente al tratar de mantener la luz del Cuerpo de Cristo apartada del pueblo del Señor. Si os dais cuenta, la razón para esa actuación se encuentra en el hecho de haber sido escogidos de antemano para ser adoptados como hijos por medio de Jesucristo, atrayéndonos a Sí Mismo y todo lo que eso implica para el enemigo; porque para él significa todo. Pierde su lugar, pierde su reino, pierde su título, lo pierde todo cuando este “Hijo Corporal” sea manifestado en gloria, cuando esta obra sea completada en la Iglesia y se encuentre en el trono. Por ende está en su mano mantener la luz del Cuerpo de Cristo apartada de los creyentes: y por esta razón, cuando el Apóstol ha sido guiado a declarar la verdad “habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos”, dobla sus rodillas, por decirlo así, y ora:
Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos...(Efesios 1:17-18)
Es una oración ferviente en contra de esta ceguera, de esta oscuridad, de esta obra obstaculizadora del adversario en relación con la luz propia de la naturaleza, llamado y destino de la Iglesia. Estaréis de acuerdo conmigo que comparativamente hablando hay pocos cristianos, echando un vistazo general al rango de cristianos que andan por el mundo, hay pocos que tienen luz, la revelación del Cuerpo de Cristo; y es la prueba del desastre producido por la actividad satánica, del cegar de los santos. Ah no, no se trata de una verdad concreta que es opcional. Es algo vinculado al propósito mismo de Dios y al desmantelamiento de toda la obra de Satanás.
Bien, Romanos 8 es un capítulo tremendo en muchas maneras, pero la visión final es verdaderamente impresionante. Se presenta a la creación, sujeta a vanidad, gimiendo y doliéndose mientras espera la manifestación de los hijos de Dios, cuando sea liberada de las ataduras de la corrupción: y entonces, a colación de ello, se muestra el instrumento escogido... “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo.” Se trata de la Iglesia siendo manifestada y es algo que reviste una importancia vital, y es requisito previo verlo antes de que podamos apreciar esta disciplina de los hijos para la adopción.
Estamos en una escuela con un destino formidable. Estamos en una escuela cuyo fin es algo que tiene tal significado e importancia que apenas podemos imaginarlo, y por tanto no debemos considerar a la ligera esta disciplina del Señor. Oh, de nuevo nuestras ideas humanas no deben introducirse en la esfera Divina cuando usamos la palabra “disciplina”. ¡Qué traducción tan mala! Ni siquiera los exégetas correctores nos han ayudado mucho. Tan sólo se trata de una “didáctica para niños”. ¡Creo que cuando era joven ese capítulo de Hebreos se convirtió en mi pesadilla particular de la Biblia desde que lo oí! Todo mi ser se ponía de uñas en contra. Supongo que es algo natural; pero ojalá nos hubieran ofrecido estas tres palabras en vez de esa deplorable “disciplina”. Al menos hubiera limado asperezas. Hijo mío, no desprecies la didáctica del Señor.” Hay algo aún mejor. “El Señor adiestra a los que ama.” Él adiestra a los niños que ama.
Bien, llegamos directamente a este asunto de la didáctica. Aquí, en este quinto capítulo de la carta a los hebreos, observamos que estos rasgos didácticos se mencionan de distinta manera.
Aunque era hijo, aprendió obediencia por las cosas que sufrió.
Ese es un versículo didáctico.
Cuando por razón de tiempo deberías ser maestros...
Ese es otro versículo didáctico.
Todo aquel que participa de la leche no tiene experiencia...
Ese es un versículo didáctico.
... por el uso tienen sus sentidos ejercitados.
Eso es lo que sucede en la escuela. Aquí nos hallamos inmersos en la Escuela de adopción.
LA DIFERENCIA PRÁCTICA ENTRE “NIÑOS” E “HIJOS”
Veamos ahora de un modo práctico la diferencia espiritual entre infantes, llamados “niños”2 en el Nuevo Testamento, e hijos. La diferencia es simplemente esta, que a los infantes o niños se les hace todo y lo disfrutan sin haber sido ejercitados en ello lo más mínimo. Esa es la diferencia. Un infante es aquel que disfruta las ventajas de la experiencia de otras personas no habiendo sido ejercitado en nada. Se les hace y mastica todo. Todo les llega de afuera y nada ha sido hecho por el propio niño. Creo que esa es la característica principal de un infante. Pero un hijo, en el sentido espiritual y bíblico, es aquel que está por tener la raíz del tema en sí mismo, aquel que poco a poco sale de la esfera donde otros hacen las cosas por él, donde no tiene ninguna experiencia de las cosas, y se allega al lugar en el cual esto sucede dentro de él y se está convirtiendo en alguien competente por sí mismo, no ya en lo que otros hacen y dicen. Deja de tenerlo todo hecho. De algún modo se lleva a cabo en él y lo hace en el círculo de su propia experiencia mediante el ejercicio de sus propios sentidos. Espiritualmente esa es la diferencia principal entre un infante, o niño, y un hijo.
Estas dos palabras aquí ayudan en gran manera... “los sentidos ejercitados.” Como niños de Dios, se nos supone con unos sentidos espirituales, y el objeto de los tratos de Dios con nosotros en su didáctica para niños es conseguir ejercitar esos sentidos para que por medio del ejercicio tengamos experiencia: y que cosa tan increíble es la experiencia, y menudo valor añadido representa. Las personas que cuentan son estos con experiencia, y la experiencia llega por medio del ejercicio de los sentidos.
Pero hay un buen número de personas que jamás se gradúan de la niñez e infancia espiritual y pasan a la adopción; ¿a qué se debe esto? Veis, Dios no convierte niños en hijos ejerciendo su soberanía y determinación. Ah no, Dios no está por la labor de hacer hijos por iniciativa propia, por su propio poder. Hay un lugar que nos corresponde en todo esto. Os habéis dado cuenta que en cada una de estas escrituras la responsabilidad se arroja sobre los propios creyentes, y se intenta que quede claro usando palabras muy duras que la responsabilidad descansa sobre ellos. La continua evocación de estas palabras haciendo eco de la caída de Israel en el desierto es muestra de la gran responsabilidad que reposa sobre los niños de Dios en este asunto.
Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. (Hebreos 3:15)
Este normalmente se ha usado como un texto para llamar a los incrédulos al Evangelio; pero en el Nuevo Testamento nunca se usó con ese fin. Puede ser legítimo, pero jamás se usó así en el Nuevo Testamento. Siempre se usó con cristianos, con creyentes, como advertencia y para hacerles memoria de este asunto de la responsabilidad, de que algo depende de nosotros.
VOLUNTAD DE PROPÓSITO, UN REQUISITO PARA LOS FUTUROS HIJOS.
Muy bien, eso significa que hay algo básico en la adopción como hijos, y se trata de una voluntad de propósito de seguir adelante con Dios. Debe existir en nosotros este sentido de empeño, este factor y carácter de propósito, una voluntad de propósito de seguir con Dios, y el Señor lo pide. Ah, podría decirse que el Nuevo Testamento urge de continuo a ello, incita a tener el rasgo del empeño espiritual, de querer seguir adelante, y el Señor opera en base a ello. Ahora bien, he comentado esto para llegar a otra cosa. Es esa misma voluntad de propósito de corazón lo que nos acarrea tantas dificultades. Puede que si reconociéramos lo que eso significa no habría cosa en este mundo que nos ayudara más. Las personas que no se caracterizan por ese espíritu de propósito están contentos con ser bebés toda su vida y que otros les hagan y les laven los problemas, y los que nunca se ejercitan por sí mismos normalmente lo pasan bastante bien. Están bastante satisfechos y agradados con la vida y no quieren nada más. Pero si se da el caso de que un hombre es marcado por este sentido de ferviente empeño, ¡en breve tendrá muchos problemas! Si de verdad quieres seguir adelante, entonces tienes que salir de la crianza y entrar en la escuela, y la naturaleza de esta escuela no es fácil de sobrellevar.
LA DISCIPLINA QUE TODO LO HACE INTERIOR Y VIVO
Significa esto, que Dios nos pondrá y nos meterá en las situaciones más complicadas. Una situación sólo es difícil cuando no puedes con ella. Si ves que el asunto te supera con creces, supera tu medida de fuerza, de sabiduría, de conocimiento... entonces estás en un apuro: y eso exactamente es lo que el Señor hace con los que quieren hacer negocios con Él. Los introduce en situaciones difíciles, y su único fin es que sus sentidos espirituales sean ejercitados para que puedan adquirir experiencia, para que puedan tener el meollo de la cuestión dentro de sí mismos. Con esto nuestra bonita y cómoda trayectoria se ve truncada del todo y nos vemos metidos en un terreno que no podemos transitar, un sitio donde no basta tener piernas para andar por él. Hemos vivido con el hábito de hacer preguntas y obtener sus correspondientes respuestas; ahora, nadie puede responder a nuestras preguntas, las respuestas no provienen de afuera.
Naturalmente, las personas nos pueden decir cosas y podemos obtener cierta medida de ayuda de aquellos con experiencia; pero Dios nos va a enfrentar y encerrar con el hecho de que hemos de adquirirlo por experiencia y de forma real. Da igual lo que digan los otros, llegamos a la conclusión de que tenemos que probarlo por nosotros mismos; los demás no pueden librarnos de nuestro dilema. De continuo volvemos al viejo recurso de buscar por todos lados a alguien que solvente nuestros problemas, pero tenemos que renunciar a eso. Es algo que ha dejado de funcionar. En realidad, en lo profundo de nosotros, sabemos que no funciona. No obtenemos lo que buscamos. Ahora sabemos que no es algo que nos tienen que decir, sino algo que tiene que hacerse en nosotros. Nos tienen que llevar a una posición, no a una solución mental; y si estás tratando continuamente de obtener soluciones intelectuales para tus problemas espirituales aún sigues en el jardín de infancia.
Si en verdad vas a alcanzar el pleno designio que Dios se propuso has de conocer al Señor por ti mismo de un modo interior, y para eso puede que sea necesario que el Señor tenga que suspender toda ayuda externa y hacer que los demás sean incapaces de acudir en tu auxilio, para que retrocediendo tropieces y caigas sobre Él; para probarle, para conocerle, para estar muy, muy ejercitado en tu propio espíritu. El ejercicio aumenta la capacidad, y una mayor capacidad implica un mayor impartir por parte del Señor a tu vida. Esa es la Escuela de los hijos para adopción.
Como veis, lo espiritual, que es la naturaleza de la adopción, no es algo mental. Esto quiere decir que no consiste en que alguien que tenga respuestas responda a todos nuestros conflictos mentales. Nunca puedes tocar lo espiritual con filosofía, lógica, o formación académica. Puedes recorrer el mundo de arriba abajo y obtener respuestas a muchas preguntas, pero eso no quiere decir que hayas experimentado un ensanchamiento espiritual. No, a fin de cuentas aquella órbita es diminuta. La mayoría de nosotros hemos estado en ella. Sabemos muy bien que no nos llevó a ninguna parte; ¡y qué mal rato y decepción experimentamos!
Mi propia experiencia en ese terreno, donde todo era un asunto de obtener respuestas a unos problemas espirituales, o intentar alcanzar esas respuestas por medios intelectuales buscando al mismo tiempo una buena medida de satisfacción en mente y corazón, se resume en que llegué al la misma conclusión que Robert Browning alcanzó (un hombre mucho más grande que yo) como meta a toda su labor investigadora en esa línea, en una palabra, que es igual de difícil no creer en Dios que creer en Él. Ahora bien, ¿ has llegado a alguna parte en realidad? ¡Pues esa es la frontera de toda pesquisa filosófica! Puede que hayas decidido no creer nada que tenga que ver con Dios; pero después llega la puesta de sol y todas tus decisiones son puestas en evidencia de un solo golpe. Te obligas a decir, “el hombre nunca hizo eso; entonces, ¿de dónde ha salido?”; y vuelves a plantearte las preguntas de antaño.
El Señor Jesucristo dice, “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Juan 7:17). Es la manera en que el Evangelio presenta esta gran verdad de la adopción en forma de pequeña semilla, es decir, que sepas por experiencia, no por inquisición intelectual o por medio de otras personas. No llegas a ninguna parte por ese camino, porque aquello que la lógica puede construir esa misma lógica lo puede destruir. No, Dios nos trata como a... ¿qué? ¿Estudiantes en el sentido académico? No, como a hijos. ¿Y dónde localizamos a la adopción? Dios es el Padre de nuestros espíritus; así pues nuestros espíritus son la base de la adopción y todos Sus tratos son con nuestros espíritus. Así pues es un asunto de crecimiento espiritual, de ensanchamiento espiritual: esa es la madurez de los hijos para adopción. Oh sí, se trata de experiencia.
PONDERACIÓN Y EXHORTACIÓN FINAL
Ahora bien, me pregunto si habéis captado lo que he estado diciendo y si os será de alguna ayuda; es decir, que desde el instante en que quieras relacionarte con Dios, has decidido cruzar tu camino con la senda de las más diversas dificultades y que todo cuanto ha sido maravilloso en tu vida va a derrumbarse: todo aquello que ha sido tu satisfacción probablemente dejará de serlo por un tiempo y vas a adentrarte en una esfera donde tienes que hallar a Dios de una forma nueva, de una forma en que no lo habías conocido hasta este momento, donde en realidad no vas a obtener ninguna ayuda que provenga del exterior; me refiero a una ayuda concluyente. Puede que te ayuden, pero el Señor no permite que esas cosas ya masticadas te pongan en la posición hacia la que Él te está guiando. Tienes que llegar ahí por tu propio pie.
Puede que te ayuden a saber cómo llegar ahí, la meta de Dios para ti, a saber cómo otras personas llegaron a ese fin; pero ya no hay nadie de afuera que lo pueda hacer por ti y sabes que Dios te ha encerrado para que esto se desarrolle en ti y se trata de una cuestión que versa entre tú y el Señor en tu trayectoria espiritual. Puedes codearte con los cristianos más maduros que hayan tomado esa senda y que conocen el tema y seguirás más sólo que la una. Comprendes que no sabes tan profundamente como ellos; pero no desesperes. Si has sido marcado por el espíritu de la voluntad de propósito para con Dios significa que Él te tiene en Su escuela, y ese es un buen síntoma cuando empiezas a adquirir un verdadero y profundo ejercicio espiritual.
Todos hemos conocido a personas que han vivido en base a una infancia espiritual toda su vida y que jamás podrían ayudarnos en nuestra más profunda necesidad. La verdad es que todo ha quedado tan descolgado y seco en ellos que han dejado aparcada su investigación espiritual. Cualquier cosa que profundizara un poco la consideraban superflua y estaban bastante satisfechos y tenían ciertas respuestas para todo. Pero no podían tocar ni un ápice la necesidad de nuestro corazón. Todos hemos estado ahí.
Llegó un momento en mi propia experiencia cuando estaba ahí, tras años de buscar esa respuesta a un profundo sentimiento de necesidad; y, al no obtenerla, empecé a ir de aquí para allá para ver si alguien podía ayudarme, e hice varios cientos de kilómetros para visitar a un hombre que era un maestro religioso sobresaliente, un maestro de la Biblia con una reputación forjada en el cristianismo. Fui a verle para obtener ayuda espiritual; necesitaba ayuda desesperadamente y era una situación espiritual; y cuando le expuse mi caso y le comenté mi sentimiento de necesidad de un nuevo conocimiento del Señor, dijo, “Ah, Sparks, lo que te pasa es que andas algo hastiado. Lo mejor es que juegues un poco al golf.” No podía entenderlo, no pudo entrar en la situación. Ahora sé por qué no pudo ayudarme y por qué no obtuve ayuda de nadie durante aquella terrible época. Sé que Dios me estaba encerrando consigo mismo. Tenía que llegar al lugar donde podía ser de verdadera ayuda a otros en su hora de necesidad, al menos señalarles el camino al haberlo yo recorrido, explicando lo que Dios estaba haciendo por haber tenido una experiencia de sus tratos. Con vistas a ser de alguna forma útil para todos aquellos que van a ser hijos (para tener un ministerio hacia los hijos de Dios, un ministerio que, aunque tan imperfecto, tan inadecuado, toque el gran propósito de la adopción) y con vistas a poseer la porción más pequeña de tal ministerio Dios tuvo que encerrarnos consigo mismo para que nadie nos pudiera ayudar.
No lo malentendáis. No entendáis esto como si tuvierais que apartaros de relacionaros con otros y de toda ayuda disponible. Eso sería una mala comprensión de lo que estoy diciendo: podría poneros las cosas infinitamente más difíciles de lo que están y situaros en una falsa posición. Lo que digo es que en lo más profundo de lo profundo sabréis que aunque se os ofrezca ayuda por medio de ministerios, comunión, consejos, consultas y explicaciones, lo real tiene que nacer y desarrollarse en vosotros mismos. Tenéis que poseer la raíz del tema en vosotros y nadie puede implantarla excepto el Señor mediante sus propios tratos con vosotros.
Así que te verás precipitado a las tinieblas. No quiero decir las tinieblas que suponen no estar unido al Señor, o las tinieblas de perder la seguridad de la salvación; sino que te verás precipitado a las tinieblas por experiencia para poder hacer nuevos descubrimientos, para que el Señor pueda darte luz mediante el ejercicio. Dios trata con vosotros como trata... no con los ladrillos, sino con piedras vivas, a hijos. Eso es un honor, es algo grandioso, debería inspirarnos. Los que tenemos niños sabemos que siempre se sienten tremendamente animados si ponemos la mano en su hombro y les decimos, “ahora, muchacho...”, y empezamos a hablar con ellos como personas responsables, no sólo tratarles continuamente como bebés. Hijo mío, quiero que hagas esto por mí; quiero que tomes esta pequeña responsabilidad; quiero que te encargues de las cosas mientras no estoy. Entonces algo se levanta e intenta alcanzar lo que el Padre quiere.
Ahora bien, bajo cierto punto de vista eso es lo que Dios está haciendo. Lo que Él dice es, no quiero que seáis bebés toda la vida, quiero daros responsabilidades; tengo asuntos importantes para vosotros. Así que, ¡vamos, niños! Puede que nos meta en una situación muy complicada, pero el propio sentimiento de ser llamados a esa responsabilidad hará que intentemos saber cómo plantear esta situación. Un hombre que es arrojado al mar para aprender a nadar aprende mucho mejor que el que tiene una biblioteca dedicada a la natación. El Señor hace eso mismo con amor; pero lo hace. Aquel a quien el Señor ama, adiestra. Es un adiestramiento para niños.
Me gustaría saber a cuántos de nosotros nos hubiera gustado que nuestros padres nos lo hubieran dado todo hecho, que siempre nos hubieran protegido de los problemas, de las preocupaciones, de la necesidad de hacer las cosas o de tratar de hacerlas por nosotros mismos. Estoy casi seguro que ninguno de nosotros pensaría que aquello era el amor de nuestros padres. Creo que llegaría el momento en que diríamos, “no tengo nada bueno que decir de mis padres; me han metido en un problema bien, bien grande por su falsa idea de amor. Aquí estoy; todo el mundo sabe que no sirvo para nada, ¡y yo mismo lo sé!” Pero aquel a quien el Señor ama, adiestra. Es un adiestramiento para niños.
Mirad al frente para ver todo lo que va a suceder. Sabéis, se divisa un trono, se divisa un gobierno. No sé cuántos hombres dirigen los gobiernos de este mundo. A mí me parece que son capaces de pasar de un departamento estatal a otro sin problema alguno. No sé cómo funciona, pero no creo que sea algo que vivan por dentro. Gran parte de ello consiste en una rutina, en una forma. Se puede dedicar uno a ello no dejando de ser algo sumamente organizado y predispuesto. Naturalmente no voy a decir que ningún mandatario lo es por vocación, hablo más bien en general. Ahora bien, el Señor no ha reservado cargos oficiales individuales en la gran administración de Su Reino. Él tendrá a una serie de personas con una calidad interior forjada en ellos. La Iglesia, el Cuerpo de Cristo, ha sido llamada para eso y tiene que estar dentro de nosotros. No es un juego de niños. Es algo para hombres maduros.
Si esto no fuera cierto, entonces no entiendo la enseñanza del Nuevo Testamento de seguir adelante hacia la madurez, ni tampoco entiendo los tratos del Señor con Su Iglesia. Si todo se resume a que debemos nacer de nuevo, tener el perdón de los pecados e ir al Cielo, ¿por qué aparece todo esto en la Biblia y para qué nuestra experiencia? Ciertamente no es por algo de este mundo. Puede que aquí tenga algún valor, pero no está compensado con todo lo que enfrentamos. Justo cuando empezamos a madurar y somos de cierta utilidad para el Señor resulta que Él se nos lleva. No podemos transmitirlo. Puede que haya cierto fruto, cierto valor aquí en este lado, pero no está en absoluto compensado con todo este adiestramiento. No, es para algún otro propósito. Lo llamamos un “Servicio Más Alto.” Pues sí, eso es lo que es.
El Señor nos de gracia para soportar la disciplina como hijos, de tal manera que pueda tener esa compañía sobre la que pueda emplazar la gran responsabilidad que esté en Su voluntad otorgar.
Preservando los deseos de T. Austin-Sparks con respecto a que se debe entregar libremente lo que libremente se ha recibido, estos escritos no tienen derechos de autor. Por lo tanto, estás en libertad de utilizar estos escritos según seas conducido a hacerlo. Sin embargo, si eliges compartir los escritos de este sito con otros, te pedimos que, por favor, los ofrezcas libremente: Sin costo alguno, sin pedir nada a cambio y enteramente libres de derechos de autor y con esta declaración incluida.