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La Casa Espiritual de Dios

por T. Austin-Sparks

Capítulo 5 - La Ley Que Gobierna en la Casa de Dios

Leyendo: Ezequiel 47:1-2; 1 Pedro 2:4-5

Ya no vamos a seguir considerando los rasgos característicos de la casa espiritual de Dios, sino que vamos a dejarlo para otra ocasión. Vamos a contrastar esas características ya consideradas con la vara de medir de su propia ley de gobierno, la cual es aquella ley de la vida y de lo espiritual. “Viviente”, “espiritual”, se trata de palabras trascendentales en este pasaje... “piedra viva”, “piedras vivas”, “una casa espiritual”, “sacrificios espirituales”.

Para que nadie tropiece con esa segunda palabra, “espiritual”, digamos muy de pasada que espiritual básicamente es aquello sujeto a un gobierno del Espíritu Santo; pero un gobierno por parte del Espíritu Santo que es llevado a cabo de tal forma que nos hace uno con el Espíritu Santo en todos sus ámbitos, en sus diferentes puntos de vista, tomando decisiones, con lo cual, al ser uno con Él, no nos vemos en absoluto influenciados ni afectados por juicios naturales y consideraciones naturales, sino que nos pertenecen todos los juicios, valores y modos de ver las cosas del Espíritu Santo. En resumen y de un modo comprensivo eso quiere decir espiritual, una formación de nuestro interior en consonancia con el Espíritu Santo, lo cual implica por otra parte el derrocamiento de todo cuanto es propio y peculiar de nuestra vida natural, mente, corazón y voluntad.

Ahora pues, echemos un vistazo a estos cuatro rasgos de la casa espiritual de Dios, la cual somos nosotros si somos del Señor, y admirémoslas a la luz de la vida y de la espiritualidad.

LA EXALTACIÓN DEL SEÑOR JESÚS

Lo primero de lo que nos ocupamos fue que esta casa espiritual de Dios existe con el propósito de enseñar, proclamar, manifestar la exaltación del Señor Jesús como el Hijo de Dios, la exaltación del Señor Jesús al trono del Padre. Para eso existe la Iglesia, y es por eso que existimos nosotros si somos la casa de Dios. Pero eso no consiste sólo en una verdad, en una especie de doctrina que debe ser proclamada. No se trata solamente del credo de la Iglesia... “Jesucristo ha sido levantado de los muertos y exaltado a la diestra de la Majestad en el Reino Celestial.” No es tan sólo una de nuestras convicciones, como solemos decir. Es algo que tiene que constituirnos espiritualmente y que ha de ser expresado por medio de vida. La exaltación del Señor Jesús es, antes y por encima de todo lo demás, un asunto de vida. Sólo cuando Él fue exaltado a la diestra de la Majestad en el Reino Celestial Dios le hizo Señor y Cristo, y sólo cuando Él fue sentado a la diestra de Dios, muy por encima de todo gobierno y autoridad, principado y potestad, el Espíritu Santo salió de Su presencia e hizo lo que era una realidad en los Cielos una realidad espiritual en la Iglesia; y esa realidad fue resaltada, demostrada, probada y evidenciada por el gran poder de Su vida glorificada. Hemos de ser constituidos espiritualmente sobre la base de la exaltación de Cristo. Eso quiere decir que algo ha de afectarse dentro de nosotros de modo que sobrevenga en nuestro interior una unidad espiritual y viva con la exaltación, señorío y supremacía de Jesucristo. No es algo que haya de quedar ajeno a nosotros, por más que sea una gran verdad.

Tenemos que serlo en hecho; y, como hemos señalado, el impacto de los primeros creyentes sobre este mundo, sobre aquellos que les rodeaban doquiera estuviesen, fue el impacto del hecho, no de la doctrina, ni de la enseñanza, ni del decir, sino del hecho de que Jesucristo había sido exaltado. Aquello precedió a los acontecimientos porque ese hecho tiene una importancia capital en la esfera espiritual, y sabemos bien que todo lo visible, todo cuanto tenemos aquí en esta creación consciente, lleva tras de sí un orden espiritual.

Nunca antes había sido más claramente manifestado y demostrado que a través de la actual coyuntura mundial. Hay un orden de cosas espiritual que lo conduce, gobierna y manipula todo. Tiene, como muchos han estado diciendo durante los meses pasados, un trasfondo satánico. La exaltación del Señor Jesús efectúa ahí su primera impronta, y no es hasta que se produce la impronta que el primer plano en realidad se ve afectado. Para arrestar al hombre, para detener el curso de los acontecimientos, para poner un yugo a las situaciones, para poner brida a las circunstancias de lo visible, tienes que pasar por detrás y registrar cierta realidad superior contra esas fuerzas que originan estas cosas.

Bueno, pues eso es espiritualidad. El apóstol Pablo habló bastante de esta cuestión, y tenemos expresó con sus palabras esta realidad. Por ejemplo, “las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.” (2 Corintios 10:4) De hecho no utilizó la palabra concreta, pero queda suficientemente claro que quiso decir que las armas de nuestra milicia son espirituales, que enfrentan la situación desde detrás del telón: y sabéis el asunto que tenía entre manos en el momento que usó esas palabras. En ese momento estaban los corintios buscando las ventajas de la sabiduría natural, del aprendizaje natural, la sabiduría y el poder de este mundo para obtener un rango, una influencia, una posición. Eran carnales en su búsqueda de armas carnales con las que adquirir una supremacía en este mundo. Aquello llevó al apóstol a ese gran discurso sobre la necedad y debilidad de la sabiduría y fortaleza de este mundo, y dijo que para vencer a este mundo necesitas algo que no son las armas de este mundo, que no son los hombres de este mundo. Para vencer lo carnal debes tener algo aparte de las armas carnales, y las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios. En otras palabras, son espirituales. Pues nuestra lucha no es contra sangre ni carne en forma de sabiduría y poder terrenal, “sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12)

Así pues nuestras armas han de ser espirituales, y espiritualidad significa fundamentalmente la habilidad de pasar por detrás de lo visible, lo tangible, y allegarse a lo que no es visible, lo invisible, los poderes intangibles de maldad, y ahí dejar impronta de tu superioridad: y esa superioridad es la exaltación del Señor Jesús muy por encima de todo gobierno, autoridad, principado y potestad. Es un asunto espiritual.

La casa de Dios es una casa espiritual con ese propósito espiritual, en una palabra, establecer en el hogar interior la supremacía de Cristo de un modo espiritual en contra de las fuerzas espirituales. Después los instrumentos de esas fuerzas de maldad espirituales serán sujetadas. No tiene ningún sentido enfrentar las cosas de un modo directo. Tienes que golpear la causa misma de las cosas, y luego, según el propósito e intención de Dios, serán destruidas o vendrán a una sujeción o limitación, así como el Señor quiera. La idea del Señor no es parar todas las guerras de una vez, ni mucho menos los acontecimientos donde tercia la maldad, pero existe algo que limita las cosas para el propósito de Dios; y siento, y apelo a vosotros como hijos de Dios, que deberíamos estar grabando en este registro espiritual la autoridad y supremacía del Señor Jesús en lo invisible, en el trasfondo de las situaciones de este mundo presente, con objeto de limitar las cosas para el propósito de Dios.

Creo que ahora es posible que los hijos de Dios sopesen todo ataque de las potestades de los aires en este país y lo limiten, darle el límite que Dios da, y creo que eso es lo que está ocurriendo. Digo esto tan sólo para ilustrar lo que quiero decir. Es algo sorprendente ver cómo las cosas han sido limitadas. Hemos podido ver una y otra vez lo que podría haber sido, y hasta qué punto la masacre ha sido acotada, e incluso vemos la parte que ha sufrido daños. Ay, cuántas cosas podrían haber ocurrido, y la maravilla de cada día es el límite impuesto. Ciertamente eso da ánimos. Creo que se debe a algo que hay en lo invisible que se pone en marcha por las oraciones del pueblo de Dios. Eso anima. Entreguémonos a nuestro ministerio. Para eso está la Iglesia.

Por lo tanto, lo primero es que Jesús sea exaltado por sobre todo principado y potestad que subyace a la oscuridad de este mundo, y la Iglesia está aquí, por medio de la oración, el testimonio y la vida espiritual, para hacer llegar al hogar interior esta superioridad del Señor Jesús sobre esas fuerzas que están operando por detrás. Es algo que no consiste en palabras, ni doctrinas, ni credos, sino en vida, en el impacto que produce Su vida glorificada y ascendida.

Bien, aquí es donde empezamos. Como veis, el principio, la ley que expresa la exaltación de Cristo, es la vida y lo espiritual.

EL MINISTERIO DE LA CASA DE DIOS

Lo segundo que pudimos observar en cuanto a estos rasgos de la casa espiritual de Dios era que existe para ministrar para el buen placer y gloria de Dios. Es para gloria de Dios, para el buen placer de Dios que la Iglesia ha conocido su nacimiento, para su satisfacción. Y aquí lo condensamos en esta regla: Dios es glorificado y Dios recibe aquello que es para su buen placer en la línea marcada por la vida y lo espiritual. Podéis juzgarlo por los efectos. Dondequiera que haya un verdadero ministrar de vida siempre se da gloria a Dios y Dios es glorificado.

Tal cosa, naturalmente, se ciñe a las Escrituras. Os acordáis que ese fue el tema que el Señor Jesús señaló y destacó en la resurrección de Lázaro. “Este mal no es para muerte, sino para gloria de Dios”; y atravesando toda duda e incredulidad que se blandían entre Él y Lázaro, una vez enfrentada la situación, al final levantó calladamente Su corazón al Padre. “¡Padre, glorifica tu nombre!” Luego clamó a gran voz, “¡Lázaro, sal fuera!” La resurrección de Lázaro, la victoria sobre la muerte, aconteció para la gloria de Dios, y fue un suceso espiritual, consistió en el triunfo de la vida en Cristo. Pues bien, en eso consiste la gloria de Dios. Luego dice que muchos creyeron en Él. La gloria de Dios queda muy de manifiesto por la obra de este principio de vida que triunfa sobre la muerte.

Bueno, pues este asunto es fundamental. Si volveis otra vez al Antiguo Testamento veréis que con cada siervo de Dios, después de ser aprehendido por Él, se iniciaba un proceso de muerte y resurrección. Podéis tomar el ejemplo que queráis. Destacando entre todos, ahí tenemos a Abraham. Hasta qué punto son significativas las palabras que marcan el punto en que el siervo de Dios es prendido. “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham” (Hechos 7:2). Se fija el estándar de Dios, y en efecto dice, “muy bien, voy a tratar contigo según lo que Yo soy como Dios de gloria, ¡y el objeto de todos mis tratos contigo será mi gloria!” Así pues, en cuanto Abraham fue prendido por el Dios de gloria se estableció este proceso de muerte y resurrección. Consistió en un proceso repetitivo y obstinado. Abraham entró en una primera etapa, un estado y medida de muerte, y más tarde, en la resurrección, apareció la gloria de Dios. A lo largo de toda la senda se mantuvo esta experiencia de muerte.

Ahora no estoy hablando de muerte física, sino de una obra de muerte espiritual en su vida; muerte a cosas, muerte a relaciones, muerte a esperanzas, muerte a las expectativas terrenales, muerte a las posesiones; y cada vez que la muerte obró se produjo una resurrección hacia un ensanchamiento del Señor, y el Señor venía y hacía pactos nuevos, le ofrecía revelaciones frescas. ¡Yo soy El Shaddai! Hubieron muchas cosas positivas cuando otras áreas experimentaban la muerte, hasta ese último triunfo de resurrección en Isaac. Aquí está la muerte; sí, aparentemente la muerte a todas las promesas, a toda esperanza. Si Isaac desaparece, entonces el Dios de fidelidad, el Dios de Palabra, el Dios de pacto, el Dios de promesas, desaparece también. Poderosa muerte que enfrentar, y enfrentada fue en espíritu, mas al fin fue una resurrección, resurrección plena, gloriosa: ¡qué gloria supuso para Dios!

Bien, podéis tomar muchas otras ilustraciones de la verdad en el Antiguo Testamento, trasladarlas después de un modo espiritual al Nuevo Testamento y ver que esto es exactamente lo que sucedió con Cristo. Dios recibió la medida máxima de gloria por la muerte y resurrección de Su Hijo, y la exaltación del Señor Jesús es lo que testimonia el hecho de que la muerte ha sido sorbida y vencida. El que Cristo esté donde esté presenta ese hecho con extrema transparencia. Pero luego el principio ha de pasar a la Iglesia la cual es Su Cuerpo, y la historia de la Iglesia desde entonces ha consistido en una historia de muertes y resurrecciones, y cada resurrección ha significado una contribución fresca para la gloria de Dios, una expresión fresca de la gloria de Dios; y lo que es cierto en cuanto a la historia de la Iglesia lo es en la historia de muchos individuos en la Iglesia y puede que de algunos de vosotros. Hemos conocido muertes con frecuencia, no en la forma que Pablo quiso decir, física, temporal y natural, sino que en nuestra propia vida con Dios hemos sabido lo que significa sufrir el eclipse de todas las cosas, las tinieblas mortales. Pero ese no ha sido el fin. El fin ha sido el Dios de gloria una y otra vez, y es en esta línea que la gloria de Dios es ministrada, por medio de la vida, de lo espiritual y del triunfo de la vida sobre la muerte. Estamos aquí con ese propósito. Espero que esto no os desanime, sino que os ayude a reconocer que el estar aquí conlleva tocar la muerte una y otra vez para conocer la vida. Mas el fin no es la muerte; alcanzaremos el fin en la resurrección y la gloria para Dios. Hagámonos a la idea. Aunque las muertes hayan de ser muchas, el fin es la gloria de Dios. Poco a poco su gloria será manifestada en Su Hijo, en Su Iglesia en plenitud, y no sólo en Cristo sino en y a través de la Iglesia cuando la muerte sea finalmente conquistada.

Pero esto es algo que hay que aplicar a la experiencia actual. Es una gran verdad a contemplar, es algo bendito a considerar; pero vamos a dejar que llame a la puerta de nuestra casa. Lo que ahora siento que es importante, el deseo del Señor en este punto, es que deberíamos estar muy apegados a estas cosas como a una realidad; que lo que decimos no sea tan sólo una verdad, sino en nuestro caso una realidad. Somos la casa de Dios, somos esta casa espiritual para ministrar al buen placer y gloria de Dios y es algo que se realiza siguiendo la línea marcada por la vida, y esa vida es la vida que vence a la muerte. Así pues, con cada fresco despertar y experiencia de muerte espiritual, dejamos la impronta de que ESTO NO ES PARA MUERTE, ¡SINO PARA LA GLORIA DE DIOS! Oh, que Él nos de gracia para hacerlo. Del dicho al hecho hay un trecho, lo sé, pero está delante nuestro. La historia lo confirma, que ésta es la forma en que se ministra al Señor para Su satisfacción y gloria, cuando nosotros somos la vasija en la que se manifiesta el poder de Su resurrección, y tal cosa exige experiencias de muerte.

EL MINISTERIO DE LA CASA HACIA LOS ESCOGIDOS

Así, el tercer rasgo de esta casa espiritual es que existe para la liberación y la vida de otros, siendo estos otros, naturalmente, los escogidos de Dios, aquellos vinculados con el propósito eterno de Dios. Estamos aquí para servir al Señor bien precavidos del propósito firme y obstinado de Satanás de poner fin a la vida de Cristo en Su Iglesia, y la prueba de la realidad, de la realidad espiritual de esta casa espiritual se puede expresar de este modo, ¿hasta qué punto ministramos para la vida del pueblo de Dios con el fin de liberarles de estas continuas masacres de muerte espiritual? En esto consiste la prueba. Tenemos que acercarnos lo más posible a eso. Está muy bien hablar de todas estas cosas, pero tienen que convertirse en una realidad. Debería estar prohibido tratar estos temas como si consistiera en una enseñanza que se imparte en tal o cual lugar. La enseñanza puede que sea maravillosa, que sea correcta, pero, ¿qué ocurre con la práctica en lo que nos concierne como pueblo de Dios? La prueba no consiste en si hemos aceptado la doctrina correcta: la prueba es si estamos funcionando según lo que somos, si estamos haciendo en verdad aquello que constituye nuestra propia existencia.

Como veis, la Iglesia, el pueblo de Dios, no es una cosa y la verdad otra cosa diferente, y luego la Iglesia acepta por las buenas esa verdad. No se trata de eso. Se trata de que la Iglesia es esa verdad, y en caso contrario no es nada en absoluto. Yo digo que soy un miembro del Cuerpo de Cristo. Pues bien, puedo tomar la actitud de que ciertas verdades son las verdades que le pertenecen a los miembros del Cuerpo de Cristo y por ello acepto esas verdades: admito esas verdades, por tanto creo en ellas y empiezo a predicarlas. Es es una cosa. Otra cosa es que ciertas verdades son realidades en lo que concierne a los miembros del Cuerpo de Cristo, y no puedes diferenciar entre las verdades y los miembros, y la existencia misma de esos miembros implica que esas verdades operan, y si esas verdades no están operando tienes razones de peso para cuestionar la realidad de la vida de ese miembro del cuerpo de Cristo. Algo anda mal; no es normal, todo está patas arriba. No estoy diciendo que si estas verdades no se manifiestan con plenitud en nosotros ha quedado anulada nuestra relación con Cristo como miembros de su Cuerpo, digo que si resulta que estas verdades no se están expresando, algo grave ocurre con nosotros como miembros del Cuerpo y somos una contradicción para el verdadero significado de nuestra existencia. Tú y yo existimos para la vida de otros, y si otros no están recibiendo vida por medio de nosotros hay algo inconsistente en nuestra propia existencia. Suena muy duro y severo pero es algo que tiene que llegar y habitar en mí al igual que en vosotros. Nunca os hablo sin tomar yo mismo buena cuenta de ello y tengo este acuerdo con el Señor, que o bien da buen provecho de toda verdad en lo que a mí me concierne, o bien me ahorre el esfuerzo de hablar de ello.

Os desafío a ello, mis queridos amigos, a enfrentar esta ley de vuestra existencia. ¿Estáis ministrando al pueblo de Dios o tan sólo os tumbáis a la bartola? Peor aún, ¿estáis ministrando muerte? ¿Es para vida? Si es así, la casa de Dios está ciertamente representada por nosotros. Si no es así, si es tan sólo neutral o negativa o antagonista para la vida, entonces la casa de Dios está en ruinas en lo que a tales concierne. Todas estas cosas son propiedad de la vida y de lo espiritual, y hay algo horrible de lo cual rogamos ser librados con reverencia y fervor, y esto consiste en hablar la verdad, contemplar verdades, aceptar verdades, estar conectados a verdades como tales sin tener manifestada la vida de esas verdades en nosotros. A menudo temo que esa sea una de las tramas más desgarradoras en lugares donde existe esta revelación, y sucede que las personas empiezan a asimilar verdades, y respaldan las verdades que “Honor Oak” [Iglesia Bautista Honor Oak en Londres, donde el reverendo Sparks ministraba...] respalda. Que Dios nos libre de ese discurso y de esa mentalidad. No es eso. O somos esto, por mucho que podamos estar de acuerdo y hablar sobre ello, o bien no lo somos.

Es la vida y lo espiritual lo que importa, y debemos estar mucho ante Dios para que todo se manifieste de forma real en nuestro caso; que nuestra presencia signifique que la vida se ministra, que la vida se transmite. Somos el vehículo de vida al servicio del pueblo del Señor para librarles de la masacre de la muerte. Por esta razón Pablo rogó encarecidamente que los creyentes oraran por él. Ah, grande es la obra de estrangulamiento del enemigo en la ministración de vida hacia el pueblo del Señor.

UNA EXPRESIÓN DE CRISTO

Así el cuarto factor es que la Iglesia en su vida corporal existe para ser una expresión a cuerpo presente del propio Señor Jesús dondequiera que dos o tres se reúnen. Me pregunto si hemos identificado lo que significa en verdad esa palabra de Mateo 18. He aquí alguien que pertenece al Señor y es culpable, responsable de un mal. “Si tu hermano peca contra ti.” En el margen se dice que muchos eruditos omiten “contra ti.” Por lo que se leería, “si tu hermano peca, ve, muéstrale su falta... si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo... Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”

Esa palabrita “porque” conlleva un enorme significado. Si tu hermano peca y después de tres esfuerzos sucesivos para que reconozca su pecado aún se resiste, tráelo a la Iglesia. Ahora bien, si rehúsa oír a la Iglesia, échale fuera; que sea como gentil y publicano, esto es, que esté fuera de la Iglesia; y al hacerlo vosotros es como si lo hiciera el Señor. “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” No es que la Iglesia haya actuado por su cuenta. El Señor concibe tal cosa como si Él Mismo hubiera actuado. Él está en medio, y es el Señor quien lo hace. El veredicto de la Iglesia es el veredicto del Señor; la decisión de la Iglesia es la decisión del Señor cuando la Iglesia se reúne en su Nombre.

Ahora podemos dejar aparte lo que ello conlleva y extraer el principio. La Iglesia existe para ser una expresión corporal de Cristo dondequiera que Él sea representado. La Iglesia no puede representarse con menos de dos, pues la Iglesia es un Cuerpo, y aún no se ha dado el caso de que un templo consista en un ladrillo. Es algo corporal, y viene a ser una expresión de Cristo en su vida corporal. Ese es el propósito de la Iglesia, ser una expresión de Cristo. Una cosa así no puede consistir en algo oficial, no es algo formal. No se trata de que la Iglesia tenga una sesión y en su sesión tiene una agenda que seguir y discute ciertas proposiciones y llega a ciertas conclusiones. No, es algo mucho más profundo que eso.

En primer lugar, la Iglesia es espiritual, es decir, la Iglesia se ha sujetado a sí misma al Espíritu Santo y ha tomado al Espíritu Santo como timón para tener un rumbo. Ha depositado su confianza en el Espíritu de Dios para seguir sendas y decisiones correctas mediante la oración continuada. Se ha sujetado completamente a sí misma al gobierno del Espíritu Santo y por ello se hace espiritual, para que funcione en un principio de vida de un modo espiritual; no tiene capacidades formales sino capacidades espirituales y vivas, es decir, su capacidad navega sobre el testimonio del Espíritu en la línea que marca la vida. Surgen los problemas, aparecen las dificultades. ¿Cómo van a enfrentarse estas cosas? Bueno, alguien propone y aquellos que son espirituales sienten, ay, ¡esto implica la muerte si tomamos ese rumbo! ¡No, no tenemos la libertad para ir por esa senda, sería terrible! Es una impronta interior. No significa que tengamos mejor juicio, sino que el Espíritu de vida habla por dentro, “¡no sigáis esa línea, va a ser desastroso!” También puede que algún otro diga algo y aquellos que son espirituales sienten, ¡sí, es la senda del Señor! Se graba por dentro; el Espíritu de vida gobierna; y esa es la base de toda la vida de la Iglesia, y así se convierte en una expresión de Cristo, en una expresión de la mente de Cristo en aquel lugar. El Señor se evidencia sobre la base de lo espiritual y por la línea marcada por la vida. Pero ha de existir una vida corporal para eso... “en boca de dos o tres testigos.” Como veis, ese es el principio corporal en acción. No tenía la intención de entrar en tanto tecnicismo para hablar de la Iglesia, pero todo es para señalar esta gran verdad de que la Iglesia, esta casa espiritual, existe para ser una expresión de Cristo donde sea representado por dos o tres reunidos corporalmente.

Podéis ver que la vida corporal es espiritual y es vida. Es un asunto de vida. Nuestra unión, nuestra relación con Cristo se fundamenta en el principio de la vida. “Allegándoos a Él, una piedra viva... también vosotros, como piedras vivas, sois edificados en casa espiritual.” Lo digo una vez más, Dios no trata con nosotros como si fuéramos ladrillos; Dios está tratando con nosotros como si fuéramos piedras vivas. Eso quiere decir que se comporta con nosotros como los que tienen una vida en común con el Señor Jesús, y nuestra relación con la piedra viva es una relación que abarca una sola vida. Es una relación espiritual y esa vida es la que hace evidente la expresión corporal. Es lo único que diferencia a esta expresión corporal con fundamento de vida de una sociedad, un club o una institución. Puedes unirte a un club, puedes entrar en una sociedad y puedes estar de acuerdo con muchas cosas asimiladas a convicciones y a procedimientos, pero no estar unidos por una vida corporal. Por encima de todo lo demás la Iglesia es esto último. Una sola vida en todos los miembros une a todos los miembros a la Cabeza, y así sucede que a través de esa vida se expresa a Cristo dondequiera que esté. No proclama cosas que tengan que ver con Cristo. Deja y hace entrar a Cristo y dice las cosas allí, y sea por boca de dos, tres o más, Cristo ha llegado. No consiste en hacer aseveraciones.

Sabéis, la iglesia de Roma afirma tal cosa, afirma eso mismo, que allí donde está esa iglesia está Cristo. Ah claro, pero hay una diferencia. No sólo consiste en una afirmación, sino en un hecho renacido, que donde estén estas piedras vivas y espirituales el Señor ciertamente está ahí y la gente lo sabe, y acaba manifestándose aquello sobre lo que escribió el Apóstol. Cuando se allega un extraño y las cosas son como deberían, cuando las cosas tienen este perfil, el extraño llega, se humilla y dice, “Dios verdaderamente está entre vosotros.” ¡Ah!, eso es lo que queremos. Sea que empiecen a venir personas o no, esa no es la cuestión. La cuestión es que se derrumban por dentro; prejuicios, sospechas, temores y reservas se vienen abajo. Algo se alza supremo dentro de ellos y lo echa todo abajo. “No puedo escapar de ellos, ¡el Señor está ahí!” Si pudiésemos rendirnos a eso todo sería mucho más fácil para nosotros. Pero ese es el meollo del asunto, en una palabra, manifestar al Señor. La Iglesia existe para manifestar al Señor en todo lugar, incluso donde sea representado por dos o tres. Ojalá todo esto sea cierto en nuestro caso. Estoy seguro de que nuestros corazones asienten a esto. Bien, acudamos al Señor en este asunto para que en nuestro caso, en la parte que nos toca individualmente como piedras vivas, sea cierto; que seamos un ministerio de vida, una representación de Cristo, que estemos glorificando a Dios, que pongamos en evidencia la exaltación de Su Hijo.

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