por T. Austin-Sparks
Capítulo 8 - El Significado de los Levitas con Relación a la Plenitud Celestial
"Y mandaron al pueblo, diciendo: Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que lo llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella" (Josué 3:3)
En primer lugar, está este fragmento: "Los levitas sacerdotes que lo llevan", que llevan el arca. En eso está la clave de nuestra presente meditación.
En este libro de Josué, se les da a los levitas un lugar importante. Se hace muchas veces alusión a ellos. Es más, hay todo un capítulo que gira alrededor de ellos. Con la ayuda del Espíritu Santo, quiero tratar de darles el significado de los levitas con relación a la plenitud celestial. Muchos de nosotros estamos muy familiarizados con la historia de los levitas pero, para empezar, es necesario que repasemos ese tema rápidamente.
Este libro de Josué nos presenta a los levitas de tres maneras. En primer lugar, como recién hemos visto, llevando el arca del pacto dentro del Jordán y, estándose allí, de pie con ella. Dos mil codos los separaban del pueblo. Una distancia muy grande, como vimos en el capítulo 5. En segundo lugar, el capítulo 14 del libro de Josué hace constar que no se dio ninguna herencia a los levitas. Es decir, que en la repartición de la tierra, a diferencia de las otras tribus, no se les dio una zona particular, no tuvieron ninguna herencia en el país. Pero, en tercer lugar, en el capítulo 21 –el capítulo que se refiere a los levitas–, hallamos que todas las tribus tenían que darles alguna parcela de terreno, un lugar. Los levitas fueron diseminados entre todas las tribus. Su porción, su lugar, no estaba en un sitio solo, todo junto, sino con relación al país entero. De manera que se podría decir que los levitas fueron completamente dispersados por todas partes, en todo el país. Estos tres aspectos, llenos de admirable significado, tenemos sobre los levitas en este libro.
LOS LEVITAS REPRESENTAN EL PENSAMIENTO CELESTIAL
¿Qué significan? Volvamos atrás. Ustedes recuerdan lo que fueron los levitas como tribu, cuando Israel se desvió, hizo el becerro y dijo: "Israel, estos son tus dioses" (Éxodo 32:4); y dejaron al Señor. Moisés bajó, oyó y vio. Destruyó el becerro y "se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Levi. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Levi lo hicieron conforme al dicho de Moisés" (Éxodo 32:26,28). Sacrificaron todas las consideraciones terrenales al interés celestial; rompieron todas las relaciones terrenales por el pensamiento celestial; mataron todo sentimiento natural, toda emoción, todo lo que era meramente del alma por los intereses que habían gobernado la salida del pueblo de Dios. Porque estaba en el pensamiento de Dios que fuese un pueblo celestial y no enredado así en el sistema terrenal de este mundo. Ya en eso vemos a los levitas representar el pensamiento celestial de Dios. Fue algo muy radical y absoluto que tuvieron que hacer, ¿no es verdad?
Recuerden que el Señor nunca lo olvidó. Justo al final del Antiguo Testamento, en el libro de Malaquías, refiriéndose al asunto de Baal-peor (cuando Finees, en favor de los intereses celestiales se mantuvo firme en la posición originalmente tomada, con motivo del becerro de oro (cfr. Número 25), el Señor dijo: "Mi pacto con él (Leví) fue de vida y de paz" (Malaquías 2:5). "No reconoció a sus hermanos" (Deuteronomio 33:9). O sea, que no miró con simpatía ni a los de su propia sangre, cuando éstos se apartaron de los altos pensamientos de Dios. Dios hizo pacto con Levi.
Así, en el comienzo mismo, los levitas fueron seleccionados y separados del resto de Israel, al tomar el lugar de los primogénitos de Israel. Llegaron a ser la tribu de los primogénitos de Israel. Esto nos trae en seguida a la memoria este pasaje de la epístola a los Hebreos "...os habéis acercado... a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos" (Hebreos 12:22,23). Aquí está de nuevo el pensamiento celestial: los primogénitos que están inscritos en los cielos; los levitas, el pensamiento celestial.
Ahora bien, dijimos en el capítulo 5 que había esta distancia de dos mil codos. No podemos determinar en la actualidad, la medida exacta, pero la distancia era al menos de más de un kilómetro y posiblemente de mucho más; un gran espacio entre el arca y el pueblo, indicando la inmensa distancia entre Cristo y todos los demás en esta obra de salvación, de redención, de liberación. Pero, los levitas llevaban el arca. Dirán ustedes: "¿No es eso una contradicción? Cristo está en solitario aislamiento de todos". Pero, ¿ven ustedes el principio del levita? Representa lo celestial. Esto es el Cristo celestial. Ése es el principio de los levitas, allí, llevando el arca. Esto no es sólo el Cristo terrenal, el Jesús de la historia, un hombre entre los hombres, aunque inmensamente mejor. Esto es El Celestial.
Si quieren ustedes que se demuestre ese principio, recuerden el incidente en los días de David, cuando consultó a los capitanes y a todos los jefes para traer el arca, y que para ello mandó hacer un carro. Esa idea la tuvo de los filisteos, quienes así habían hecho. Pusieron el arca en un carro y resultó en tragedia. Uza murió delante de Dios. "Y David tuvo pesar, porque Jehová había quebrantado a Uza" (1 Crónicas 13:11). Pero siendo como era, siempre ajustable al Señor, no tuvo una larga controversia con el Señor ni el Señor con David. David volvió al Señor y probablemente intentó argüir, pero el Señor ganó el argumento. El Señor lo llevó a las Escrituras y le mostró que los levitas eran los que debían llevar el arca. No son las máquinas ni las organizaciones, sino un pueblo celestial que ha de llevar el testimonio de Jesús.
Así que los levitas están llevando el arca. Este aspecto de lo celestial es el principio de la función del levita, y eso es, desde luego, la razón por la que no tuvieron una herencia en la tierra. Ellos no pertenecen a la tierra; pertenecen al cielo. No van a echar raíces por aquí; pero aun así, como hombres que representan las cosas celestiales, van a ser repartidos entre todo el pueblo de Dios para guardar el pueblo en contacto con el cielo. El pueblo de Dios es muy propenso a volverse terrenal. Ése ha sido el peligro y la tragedia de la Iglesia a través de los siglos; siempre tendiendo hacia esta tierra, volviéndose algo aquí a imitación del hombre, según las ideas de este mundo.
EL SEÑOR NECESITA LEVITAS EN MEDIO DE SU PUEBLO
Ahora venimos a nuestro tema. Dios tiene que tener a los que han pasado por los sufrimientos, por la cruz, por el sacrificio, por la obra profunda de separación, que no han cedido a consideraciones de sentimiento ni de interés terrenal; los que se han mantenido y están manteniéndose totalmente y a toda costa en Su pleno pensamiento celestial, referente a Su Hijo y a la Iglesia. Él tiene que tenerlos, y tiene que dispersarlos en todas partes, y ponerlos en una relación vital con Su pueblo, a fin de impedir que este pueblo sucumba a esa tendencia hacia la tierra, que llegue a atarse al mundo.
EL CUARTEL GENERAL ESTÁ EN EL CIELO
¿No ven ustedes que eso fue exactamente lo que sucedió en el tiempo del Nuevo Testamento? Es muy fascinante verlo. En el Nuevo Testamento, los tipos y figuras han quedado atrás. Supongo que algunos de ustedes están más bien cansados de los tipos y figuras. Es algo grande ver la realidad. Cuando llegamos a los Hechos de los Apóstoles, encontramos que todo esto se repite. ¿Qué ha pasado? Se empieza con el Señor Jesús en el cielo: el cuartel general en el cielo. Todo gobierno está ahora en el cielo. Entonces el Santo Espíritu viene a hacerlo todo celestial, a gobernar todo con relación al cielo. Es de eso que hablábamos en nuestro última meditación: El Príncipe del ejército de Jehová que viene para ponerlo todo con relación al cielo, para que todo proceda del cielo.
Un poderoso movimiento del cielo tuvo lugar primero en Jerusalén, y los acontecimientos siguieron. Pero noten la tendencia después de un tiempo. La historia nos está narrada en pocas frases, pero cubre un período muy considerable. Después de un tiempo, Jerusalén tendió hacia la tierra, y no sólo tendió sino que empezó, en realidad, a ser el cuartel general terrestre de la Iglesia. Según la orden del Señor, Jerusalén era para ser tan sólo el principio, el sitio del comienzo: "comenzando desde Jerusalén" (Lucas 24:47). La intención no fue nunca de que Jerusalén fuese algo exclusivo y final, pero se constituyó ella misma en una especie de cuartel general para gobernar la Iglesia. Vemos esa tendencia desarrollarse, conforme seguimos leyendo el libro de los Hechos. Miremos un poco a Pablo, el hombre celestial, y veremos que él rechazó a Jerusalén.
Cuando llegamos al capítulo siete (la muerte de Esteban), es ahí el fin de Jerusalén. Desde ese momento, el cielo reafirma: "No; ningún cuartel general terrestre. El cuartel general está en el cielo". Poco después fueron todos esparcidos fuera de Jerusalén. Sacudidos y arrojados del nido, salieron en todas las direcciones. Adondequiera que iban, fuese Felipe o el que fuese, daban testimonio del celestial Señor, introduciendo el lado celestial de las cosas. Sí, estos levitas están puestos con relación al mundo entero, para mantener las cosas de manera celestial. Es así que se desarrolla.
El capítulo nueve nos relata un enorme movimiento del cielo. Saulo sale de Jerusalén camino de Damasco. Por supuesto, Jerusalén es su cuartel general. Lleva poderes del Sumo sacerdote y de los gobernantes. Según él, Jerusalén gobernaba; pero antes de llegar al final del viaje, descubre que el gobierno está en el cielo y no en Jerusalén. Los cielos se abren, una luz del cielo y una voz del cielo vienen allí, y ése es el fin de lo terrenal para Saulo de Tarso. Desde ese momento, es un hombre celestial. Miren cómo este hombre anduvo después y siempre con relación al cielo. Esto merecería que se siguiera hasta el final con todo detalle, pero he aquí un poderoso levita.
Y, entonces, no es más Jerusalén sino Antioquía. El Señor se ha ido de Jerusalén a Antioquía. Antioquía es algo espiritual muy puro. Jerusalén ha venido a ser el centro cristiano oficial, pero en Antioquía no hay nada oficial. Lo que hay en Antioquía que substituye ahora a Jerusalén, es un grupo de hombres que están ayunando y orando. El cielo interviene y el Espíritu Santo dice: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (Hechos 13:2). Ustedes ven que esto es algo que tiene relación con el cielo. Es maravilloso.
Podríamos seguir así dando pruebas. Pero ¿para qué? ¿No está muy claro que desde el punto de vista de Dios, en la mente de Dios, todo está proyectado para estar relacionado con el cielo y gobernado desde el cielo? La plenitud celestial es Su objetivo para Su pueblo, o sea, hacer de ellos un pueblo celestial y llenarlos de Su plenitud celestial. Justo al final vemos la Nueva Jerusalén, no la vieja sino la nueva, que desciende del cielo, de Dios, con gran plenitud celestial. Es algo inmenso. Es eso Jerusalén: doce mil estadios en cada dirección (cfr. Apocalipsis 21:16). Aquí hay gran plenitud. Todas las naciones van a sacar sus recursos de ella. El fruto de su árbol de vida, las aguas de su río de vida, son para todas las naciones. Su luz es para todas las naciones. "Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella" (Apocalipsis 21:24). Ésta es la plenitud celestial por la que el Señor habrá estado trabajando todo el tiempo.
Él está trabajando ahora en ustedes y en mí. A veces pienso que somos dos personas, una aquí y una en el cielo. Naturalmente, estamos aquí, pero hay algo de nosotros que está "subiendo" todo el tiempo. Es cuando el Señor está obteniendo en nosotros algo más del cielo. Se está guardando allí arriba. ¿No es eso, tal vez, lo que el Señor quería decir cuando se refería a sí mismo como "el Hijo del Hombre, que está en el cielo" (Juan 3:13) aun cuando estaba en la tierra? Hay un aspecto de nosotros que está creciendo en el cielo. No piensen acerca del cielo como de algún remoto planeta. Estamos creciendo en ese pensamiento celestial de las cosas. Algo de nosotros está "subiendo".
Creo que la Iglesia es como eso. La Iglesia real es algo invisible. Usted no sabe, excepto por el Espíritu, lo que la Iglesia realmente es. No puede decir que las personas que asisten a un cierto lugar son la Iglesia; no puede decir que las personas que profesan ciertas doctrinas y verdades cristianas son la Iglesia. Pueden ser o no pueden serlo. Pero si se reúnen en el Espíritu –y eso es algo intangible–, usted tiene allí la Iglesia. La Iglesia es así, y ese es su carácter celestial. Eso "va subiendo", por así decirlo, todo el tiempo, y después va a descender del cielo, en plenitud. Se está edificando ahora de esa manera. Es la voluntad de Dios que sea así.
Pero mi opinión ahora es que el Señor debe tener esa clase de representación, sea en individuos o en grupos, para ponerlos aquí juntos a todo Su pueblo, de modo que éste siga en contacto con el cielo, que tenga siempre a la vista las cosas celestiales. Una de las funciones de los levitas era de enseñar la palabra de Dios, es decir, de mantener el pueblo del Señor en contacto con el pensamiento de Dios. Eso es funcional, no oficial. No hace falta llamarse un levita corno tampoco "reverendo". No aceptemos títulos, pero agarremos los principios. Si aquí, en esta tierra, estamos manteniendo a los creyentes en contacto con el cielo, si estamos ligados a las cosas celestiales, si nuestra presencia edifica a los creyentes —no necesariamente nuestra predicación, no porque digamos: "Ven ustedes ahora esto y esto...", sino nuestra presencia, porque encarnamos la vida celestial, su naturaleza y su plenitud—, si vienen para ver el pensamiento más completo de Dios porque lo vivimos, somos levitas sin el título, y eso es lo que el Señor debe tener.
Esto puede ser por medio de individuos. El Señor dispone de Su pueblo. En este mismo libro vemos que el cielo disponía del pueblo, de las familias y decía: 'Vosotros estaréis aquí, este es vuestro lugar'. El Señor dispondrá de ustedes de manera sobera- na, y pondrá a algunos en Alemania, a otros en Holanda, en Inglaterra, en América; y si Él ha dispuesto de sus vidas, ustedes estarán allí por designación celestial, para ser un enlace con el cielo e impedir que las cosas espirituales se establezcan al nivel de esta tierra.
Eso, desde luego, es también el significado de las iglesias en el Nuevo Testamento. La idea divina es esa: tener grupos de personas del pueblo del Señor, colocados aquí y allá por todas partes, como un ministerio levítico corporativo, para mantener el cielo cerca y las cosas cerca del cielo. ¡Oh que cada iglesia fuese así, manteniendo las cosas cerca del cielo!
Bueno, ése es el principio. Mucho más se podría decir. Nos podríamos poner ahora a examinar todas las epístolas del Nuevo Testamento y ver la obra exterior. Empezaríamos con Romanos 12:1, pues aquí tenemos un principio levítico: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo". Eso es levítico, el sacrificio vivo, no conformado a este mundo. Podríamos seguir así hasta el final. Pero la gran conclusión de nuestras meditaciones es que tenemos que estar aquí con relación al cielo, bajo el gobierno del cielo, introduciendo las cosas celestiales. Estamos ejerciendo el ministerio con relación al cielo. Debe ser tan verdadero en cuanto a nosotros, en nuestra capacidad y en nuestra vocación, como lo fue de Pablo; teniendo una visión celestial y no siendo desobedientes a ella. ¡Qué no debemos a ese querido hermano por su sacrificio y por todo lo que sufrió por las cosas celestiales! Pero ¡qué fiel al cielo fue hasta el fin! Encarcelado, encadenado y hablando nada más que de los lugares celestiales.
¿Dice usted que su situación es demasiado difícil para introducir el cielo? Bueno, hay situaciones difíciles. La situación de Daniel era difícil. Sus tres compañeros estaban en una situación difícil; pero introdujeron el cielo. Una gran frase en el libro de Daniel es: "...el cielo gobierna" (Daniel 4:26). Y lo demostraron. El cuartel general está en el cielo, no en Babilonia ni en Roma ni en Jerusalén ni en otra parte cualquiera, sino en el cielo. Que el Señor nos ayude a vivir hasta el fin en conformidad con el cielo.
Y, ahora, al final, una vez más traemos a la vista el objeto específico de estos mensajes.
Dios no tiene más que un propósito que le dará entera satisfacción, y es: "la plenitud de Cristo". Esa plenitud está destinada a ser hallada en un pueblo sacado de las naciones. Por ese pueblo en esa plenitud, Él se propone gobernar la creación en las edades venideras. Esto no se conseguirá de buen o mal grado, sino sólo por el conflicto ahora, y por un coste infinito.
Todos los que "salen" no "entran" en esto último. Muchos no irán hasta el final, no satisfarán todas las condiciones "haciendo firme su vocación y elección", pero entrarán en el Reino para heredar en medidas diferentes: más pequeña o más grande.
Hasta la plenitud del propósito, los pioneros son necesarios, y el camino de los pioneros es un camino particular; cargado de experiencias, de sufrimientos, de perplejidades y de pruebas que otros conocerán poco.
Pero Dios debe tener Sus pioneros individuales o corporativos, y estos son: LOS QUE SIGUEN ENTERAMENTE AL SEÑOR.
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