Austin-Sparks.net

La Casa Espiritual de Dios

por T. Austin-Sparks

Capítulo 1 - La Exaltación del Hijo de Dios

Leyendo: 2ª de Crónicas 22:1-19; 28:5-7; 29:20, 22-25; Hechos 2:30-36; 7:47-49; 2ª de Pedro 2:4-5; Hebreos 3:6; 12:5, 9; Efesios 1:20-23.

He estado muy ocupado últimamente con este asunto de la adopción como hijo en la Casa de Dios, y llego a la conclusión de que parte de esto ha de ser el mensaje del Señor en este tiempo. Hay muchos aspectos de esta casa espiritual. Aún está por ver cuántos seremos capaces de considerar

Hasta cierto punto se ve que este tema es en extremo relevante para lo que está sucediendo sobre la tierra en este tiempo presente. En particular encierra un mensaje muy vivo y real para el pueblo del Señor, y confío en que busquemos reajustarnos personalmente a ese hecho y no considerar esto tan sólo como una enseñanza bíblica que profundiza un poco más y que nos haya de resultar a cada uno más o menos familiar.

CRISTO EXALTADO A LO SUMO: LA CLAVE DEL TESTIMONIO

Habremos de empezar con lo que las Escrituras tan claramente indican como el punto de comienzo de la Casa de Dios, en una palabra, la exaltación del Hijo al lugar de suprema autoridad y gloria. La casa espiritual (la cual somos nosotros) existe con la perspectiva de este propósito de proclamar y gozarse en el hecho de la exaltación del Hijo de Dios. Los pasajes que leímos del Antiguo Testamento, que son proféticos, que apuntan hacia la casa espiritual, corroboran todos ellos este hecho y lo muestran en símbolos de una forma muy clara y maravillosa. Empieza a quedar cada vez más patente que el hijo más admirable que tuvo David —pues Dios le había dado muchos hijos— ha sido aquel elegido por Dios para ser exaltado a un lugar de gloria y poder por encima de cuanto había sido otorgado a cualquiera que le había precedido; y es interesante advertir que, aunque Salomón fue ordenado y escogido por Dios para esa posición, no hubo de manifestarse como distinguido para ello hasta que alguien más hizo una tentativa por abordar esa posición. Recordaréis el pequeño incidente de Adonías, que con astucia trató de procurar el trono y así conseguir lo que Dios había designado para Salomón. En base a esa sutil argucia de usurpar el trono designado para otro, Salomón fue hecho notorio de un plumazo, fue manifestado a la luz y proclamado como aquel escogido por Dios. Es algo que casi pasa inadvertido, que ocurre de paso, pero es interesante observar que cuando el Hijo de Dios y el nombramiento de Dios respecto a Su Hijo sufrieron ataque y se procuró Su lugar bajo conspiración, el Señor Jesús fue distinguido, fue descubierto a la luz como Aquel a quien Dios había escogido. Es algo que se repite. Estaba ahí en el caso de Salomón. Así fue en el caso del Señor Jesús al principio de esta dispensación. Volverá a suceder en el fin cuando el Anticristo haga su tentativa por el dominio del mundo, y entonces Dios presentará a Su Hijo como Aquel escogido y ungido para esa posición, y entonces todo será puesto en sujeción bajo Sus pies de un forma patente y manifiesta, del mismo modo que ahora lo son en latencia y en espíritu.

La casa que se mostró a través de Salomón vino a ser una realidad sobre la base específica de la exaltación de Salomón, sobre el soporte de que él era el señalado y que Dios había reunido todas las cosas en él. Cuando Salomón fue puesto en su lugar, entonces la casa fue puesta en una palpable evidencia, y cuantas cosas se dicen acerca de Salomón son maravillosas. Todas ellas hablan de su gloria, de su poder, de su riqueza, de la mente de Dios acerca del que ha de poseer el trono, y así la casa se convierte en el símbolo mismo de la gloria del Señor, la exaltación del rey. La casa que haya de construirse para el Señor ha de ser en extremo magnífica. La casa refleja al rey, aquel que es hijo y príncipe de la casa en simbología.

Por estos Escritos del Antiguo Testamento entrevemos precisamente lo que tenemos en el Nuevo Testamento, y así es que podemos llegar prestos a este elemento primero y principal en cuanto a la casa espiritual de la cual somos llamados a ser piedras vivientes, de que nuestra existencia misma es para la proclamación —a lo cual hemos sido convocados del mismo modo que con respecto a nuestro testimonio— de la exaltación del Hijo de Dios.

Es decir, todo empieza ahí, con la exaltación de Cristo, y esto primeramente en los Cielos. La Iglesia tuvo su comienzo cuando Él fue exaltado a la diestra de Dios. Todo provino de aquello, y en el principio las cosas en la Iglesia fueron espiritualmente muy gloriosas y preciosas. No me cabe duda de que los ángeles tomaron nota de lo que estaba ocurriendo entonces a favor de la gloria y alabanza de Dios, y así mismo tenemos razón para creer que los demonios estaban impresionados. Todo vio su florecer a partir de la exaltación del Hijo de Dios, este aún “mayor que Salomón.”

EL CONTRAPUNTO ESENCIAL A LA EXALTACIÓN CELESTIAL

Pero en cuanto a nosotros, aunque este hecho sigue vigente y conlleva gran número de bendiciones asociadas, para que tenga un comienzo práctico la exaltación del Señor Jesucristo, ha de ser algo interior, y para nosotros el comienzo de todas las cosas requiere que exista un contrapunto en nuestros corazones a la exaltación del Hijo en los Cielos; lo que Dios quiere hacer ver al haber glorificado a Su Hijo es un asunto de realidad espiritual dentro de nosotros. Él toma absoluta posesión de la corona con todas las cosas en sujeción a Él. Podéis observar cómo concluye la crónica de la coronación de Salomón. Todos los principales, los valientes y todos los hijos del rey David se sometieron a la autoridad del rey Salomón. (1ª Crónicas 29:24). Fue doblemente coronado... “y por segunda vez proclamaron rey a Salomón.”

¡Ahora tenéis la base, si es que hay alguna, para una “segunda bendición”! Ahora podéis hablar de “segundas bendiciones”. Aquí estamos, esto es lo que es, lo segundo. Lo que Dios ha hecho en los Cielos se hace en nuestros corazones. Razones tenemos para regocijarnos y sentirnos en extremo benditos de que Dios haya levantado a Jesús de entre los muertos y le haya situado a Su propia diestra. Hay cosas indescriptibles que eso conlleva para nosotros. Así pues la “segunda bendición” significa que esto se convierte en algo que conlleva realidad en nosotros, y que lo que es cierto en los Cielos en cuanto a todas las cosas puestas bajo Sus pies, sometidas a Él, es cierto dentro del reino de nuestras vidas. Ese es el perfil de la plenitud de la bendición.

Todas las cosas, como he dicho, provienen de aquello, comienzan allí. La vida misma da sus primeros pasos hacia una realidad cuando Jesús es absoluto Señor del interior. No llegamos a una plenitud de bendición cuando Jesús se reduce a ser Salvador. La plenitud de la bendición es conocida cuando Él es Señor y tiene todas las cosas de nuestro interior bajo Sus pies, sometiéndose a Él. Es la forma de actuar de la bendición. Os dáis cuenta de que la bendición que Dios planeara para el hombre, la plenitud que habría de ser la herencia del hombre, se perdió por causa de Satanás, el cual procurando usurpar el lugar del Hijo de Dios como Señor obró con argucia por medio de su discurso e hizo creer al hombre que lo perdería todo si continuaba en una sujeción a Dios. “¿Por qué no ser Dios tú mismo?”, dijo él. En otras palabras, ¡por qué llevar una vida limitada estando sujeto a Dios y depender de Él! En la línea seguida por esa trayectoria, el hombre perdió toda la plenitud, y ahora la plenitud es restaurada estando del todo sujeto al Hijo de Dios, y sometiéndose a Él en todas las cosas. Esa fue la gran mentira de Satanás, y es por esto que a Satanás no le gusta que Jesucristo sea Señor, y por lo que con tanto fervor contiende con cualesquier ministerio que tenga ese objeto en su campo visual, de traer al Señor Jesús a Su lugar de pleno derecho como supremo Señor en la Casa de Dios. Es porque a causa de ello su mentira es expuesta y la obra que consiguió mediante su mentira es deshecha.

Toda la cuestión versa sobre el Señorío universal de Jesucristo, y es lo que se está mostrando como el asunto supremo a día de hoy como nunca antes en la historia del mundo. ¿Quién va a ser Señor en el universo de Dios? ¿Quién va a tener el dominio del mundo? El enemigo aún procura alcanzar ese fin a través del hombre según la trayectoria de la mentira, y nunca antes experimentamos su método usado con tanta insidia... ¡la mentira! A tal punto que, a lo largo de estos tiempos pasados, este mundo ha lanzado a los cuatro vientos esta pregunta: ¿en quién se puede confiar? ¿A quién se puede creer? ¿Quién dice la verdad? ¿En qué hombre puedes confiar? Se ha extendido por la tierra una atmósfera tal de descrédito en base a las mentiras que los hombres miran a los de su propia casa y se preguntan si pueden confiar en ellos. Es una terrible realidad en muchos países. No se atreven a abrir sus labios dentro del círculo más reducido pues, al haber fallado a la verdad, ser digno de confianza es un apelativo que hay que agacharse a recoger del suelo. Usar la mentira, la propagación de mentiras; y todo ello, os digo, con este único fin en mente, esto es, prender el borde del manto del dominio de este mundo. Esa es la obra de Satanás que subyace a cuanto vemos que sucede a nuestro alrededor, y cuando Jesucristo se allega a Su lugar de ser absoluto Señor en ti y en mí, algo ocurre que declara que Satanás ha sido vencido; la mentira es expuesta.

La verdad es que la sujeción a Jesucristo no es una miserable vida de vasallo. Es una vida de triunfo, una vida de victoria, una vida de gloria, una vida de plenitud. Es la obra cegadora del enemigo para con los hombres hacerles creer que pertenecer al Señor, tener al Señor en sus vidas, significa que van a perder cuanto es de valor, y que van a ser apagados, y todo el tiempo van a ser pobres criaturas encogidas, a duras penas capaces de alzar sus cabezas andando por ahí como mendigos. Esa es la mentira de Satanás. El Antiguo Testamento descubre aquí con tanta claridad que cuando todas las cosas estaban sujetas, sometiéndose por sí mismas al rey dispuesto por Dios, un tiempo de plenitud como nunca antes habían visto; y lo mismo ocurre cuando Jesús es Señor en el interior de igual modo que es Señor en los Cielos.

En aquellos días, tras el gran día del Pentecostés, la Iglesia conoció cierta medida de liberación, de ensanchamiento, de riqueza, gloria, poder y plenitud, y todo floreció del hecho de que Jesús era Señor. Basaron su vivir en ese terreno y en la apreciación de ese increíble hecho. La vida empezó ahí, el testimonio empezó y comienza ahí, y todo nuestro servicio al Señor debiera empezar por ahí. No existe un verdadero servicio que no florezca de este hecho del señorío de Jesucristo. Veis, todo avivamiento o gran renuevo espiritual se ha producido por haber traído al Señor a Su lugar. Mirad una vez más al Antiguo Testamento y encontráis múltiples muestras de cuando el Señor fue puesto de nuevo en Su lugar... fue un tiempo maravilloso. Pensad, por ejemplo, de los días de Ezequías, de Josías, cuando de un modo maravilloso al Señor se le otorgó otra vez Su lugar. Volvieron a coronar al Señor como Señor en medio de ellos de una forma plena y absoluta, y fueron días gloriosos. Si echáis una ojeada a las páginas de la historia, observáis que cualquier verdadero despertar espiritual —llámese avivamiento o renovar— ha girado en torno a esto, a que el Señor fue puesto una vez más en Su lugar. Le fue otorgado Su lugar como Señor absoluto, y la gente se arrodilló ente Él. Ese fue el secreto, y así es cómo sucede.

Lo que es cierto en cuanto a la historia, cierto en el sentido más amplio de la palabra, también lo es en la vida individual. Gran parte de nuestro fracaso, de nuestro declinar, de nuestra debilidad y fracaso espiritual, es porque Él no es Señor. Agradecidos estamos de conocerle como Salvador, creemos que ha sido glorificado en los Cielos, pero existe una considerable polémica en nuestro interior en referencia a algunas cosas. Todo se resume en este asunto, en una palabra, la profundidad de Su Señorío interior, y, cuando esas cuestiones y controversias son resueltas, hallamos una nueva espiral de vida. Siempre puedes vivir un pequeño avivamiento en tu propio corazón en cualquier asunto en el que el Señor halle controversias. Haz la prueba. Puede que sólo sea un asunto, pero sabes que esa cosa en concreto te tiene en paréntesis. Tienes que poner las cosas claras en ese aspecto en particular, y cuando por fin vienes con esa cosa para ponerla bajo el Señor y situarla debajo de Sus pies, experimentas un diminuto avivamiento en tu propio corazón y sales con nueva vida, nuevo testimonio, nueva liberación. Extiéndelo por sobre todas las cosas, y el reino ha llegado. Es tan sencillo como es

LA CRUZ Y EL SEÑORÍO DE JESUCRISTO

Bien, pues esto, Su casa espiritual, ha sido puesta en existencia con el propósito único, o sin un mayor propósito... que el de tan sólo permanecer en la plenitud del gozo de proclamar la exaltación del Señor Jesús. Cuando te pones a pensar en ello, ¿no es ese el significado y propósito más profundo e importante de la Cruz? Puede que la Cruz haga muchas cosas, toque muchas cuestiones y muchos asuntos, pero cuando palpas el significado de la Cruz en el meollo del asunto, se asocia con la destitución de otros dioses. Si recordáis, esa fue la gran cuestión del capítulo 24 de Josué. Al revisar toda la situación, Josué tiene a todo Israel ante él, y empieza hablando de la historia de Israel en el tiempo del padre de Abraham. “El padre de Abraham vivía en Ur de los Caldeos y servía a otros dioses. Luego Abraham dejó a un lado este servir a los dioses de su padre y cruzó el río y llegó a la tierra. Después de esto vuestros padres llegaron a Egipto y allí adoraron a los dioses de los egipcios; pero con el tiempo también ellos cruzaron el río para servir al Señor.” Todo el tiempo el asunto versa sobre otros dioses y el río entre los otros dioses y el Señor.

Ahora pues, ¿qué pasa con vosotros?, dice Josué. ¿Vais a permitir que el río signifique lo que verdaderamente significa? ¿Vais a permitir que ese río se interponga de verdad entre vosotros y los demás dioses a los que adorasteis y servisteis en Egipto? “En cuanto a mí y a mi parentela, serviremos al Señor.” ¿Qué pasa con vosotros? Así pues el río siempre estuvo relacionado con los otros dioses. La Cruz, en su significado más profundo, toca a los otros dioses, otros señores, otros objetos de adoración que reciben el bien de nuestras vidas, y los derroca a todos, y trae al Señor a Su lugar, de tal modo que decimos, “En cuanto a mí y a mi casa, serviremos al Señor.” Ese es el significado de la Cruz. Toca cuanto se interpone en el camino del absoluto Señorío de Jesucristo. Alcanza todo lugar

EL SEÑOR JESÚS EXALTADO COMO NUESTRO PARIENTE

Por entonces existía ya este otro hecho bendito concerniente a la exaltación del Señor Jesús. Él es exaltado como nuestro Pariente. La exaltación de Cristo es la exaltación de nuestro Hermano. Sabéis, esto está escrito. David dijo, “Y de todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón, para que se sentara en el trono del reino de Jehová sobre Israel.” (1 Crónicas 28:5). Después, cuando habla de la toma de posesión del trono por parte de Salomón, el registro dice, “Y todos los hijos de David se postraron y prestaron obediencia a Salomón y se sometieron a él.” Un gran acontecimiento... sus hermanos todos mirándole como el que es sobre el trono y reconociéndole como rey. Este es un factor permanente en todos los símbolos acerca de la exaltación del Señor Jesús.

Así mismo, en el libro de Samuel, tenemos ese momento en que Absalón había usurpado el trono y había provocado gran miseria y sufrimiento sobre el pueblo al que había prometido tantas cosas; y entonces Absalón fue muerto y el pueblo estaba desamparado. Durante cierto tiempo las cosas estuvieron en suspenso, hasta que se levantó una pregunta entre el pueblo, y alguien dijo, “¿por qué no alzáis voz para traer de nuevo al rey?” Aquello se convirtió en un rumor, y llegó adonde David estaba. David oyó lo que se decía, y tomó cuenta de ello y envió un mensaje a Zadok y Abiatar para el pueblo, expresándose así: “soy sangre de vuestra sangre y carne de vuestra carne; sois mis hermanos; ¿por qué no habláis palabra para hacer volver al rey?” Solicitó su regreso apelando a su parentela, y le hicieron volver en base a esa demanda.

Ahora, ¿qué significado y valor tiene eso? Bueno, Dios ha exaltado a nuestro Hermano, Dios ha exaltado a nuestro Pariente, y ese Pariente es el Hijo de Dios, y Él, cómo lo expresa el apóstol, va a traer a muchos hijos a la gloria porque Él es el primogénito entre muchos hermanos. La exaltación de nuestro Pariente significa que la familia va a llegar a una exaltación. Su coronación es las arras de la nuestra; y, amados, nunca estaremos seguros de nuestra exaltación, de nuestra plenitud, hasta que reconozcamos al Señor Jesús su lugar como nuestro Pariente y representante. Sabéis, él es una familia que es exaltada, es una casa; la casa de Dios para el Hijo y después para los hijos. Pero el Hijo ha de tener Su lugar antes de que los hijos hayan de tener el suyo; mas, una vez ostentado Su lugar, los hijos tienen garantizado el suyo. Nuestro Pariente es exaltado, y eso quiere decir muchas cosas; pues Él no es exaltado como un déspota, como si tan sólo fuera un monarca nombrado por vía oficial tanto si nos gusta como si no... Dios le ha escogido, le ha seleccionado, le ha situado en esa posición, así pues ¡hincad las rodillas! Ah no; Él es nuestro Hermano, nuestro Pariente, y hay tal nexo de unión, tal lazo, tal unidad de vida, que Él no puede estar ahí sin nosotros. Hay una unidad espiritual interior con Él en Su exaltación lo cual es reflejo de algo muy grande.

Puede que la mejor manera de ilustrarlo sea haciéndoos memoria de Mardoqueo. Acordaos otra vez de Haman, en su labor de instruir a todos los usurpadores, y la trama maligna de Haman de aniquilar a todos los judíos. Mardoqueo está en un lugar de rechazo, descartado. Entonces, por medio de uno de esos maravillosos actos de la soberanía Divina que saca siquiera de una noche de insomnio el provecho más increíble de la historia, el rey no pudo dormir. ¡Fueran todas las noches de insomnio tan provechosas para el Señor como la del rey! Ordenó que le trajeran el libro que relataba las crónicas, y fueron leídas ante el rey; y algo oyó acerca de Mardoqueo. Alguien había alzado su mano contra el trono y cierto hombre, un judío, lo había expuesto todo a la luz y había salvado la vida del rey. Entonces el rey dijo, “¿qué honor y dignidad se le otorgó a Mardoqueo en este asunto?” A continuación se desarrolla la historia y alcanza el punto en el que Haman va un día a casa y le relata a su esposa y amigos lo ocurrido. Él, que pensaba que el rey le iba a honrar, es obligado a honrar a Mardoqueo, y a medida que les expone los hechos, la perspicaz respuesta es esta: “Si Mardoqueo es de la simiente de los judíos, ante el cual has empezado a declinar, no prevalecerás en contra suya, sino que ciertamente caerás ante él.” ¡Si es de la simiente de los judíos, no puedes vencer, tus días están contados! Sabéis, hay algo ahí escondido. Es este vínculo familiar con los judíos por parte del exaltado lo que garantiza tanto su liberación como la frustración de los planes del enemigo.

Oh sí, esta parentela con Aquel que es Exaltado es para nosotros señal clara de nuestra liberación y del derribo del enemigo. Hay multitud de cosas relacionadas con la exaltación del Señor Jesús, y Satanás está al tanto de ello. Sabe que sus días están contados cuando Cristo es exaltado en cualquier vida. Cuando nos avecinamos a esa “unión-exaltación” con el Señor Jesús en nuestras vidas, Satanás se desespera. Así sucede

LA NECESIDAD DE DILIGENCIA Y DISCIPLINA A LA LUZ DEL DÍA QUE HA DE LLEGAR

Bien pues, en algún lugar tenemos que detenernos, y creo que podríamos quedarnos aquí indicando que esta casa, con todo el significado que rodea a la adopción como hijos, al propio Hijo y a los hijos en la Casa de Dios, tiene un significado espiritual en curso. Es algo que ahora tiene que ser llevado a cabo de un modo espiritual. Es ciertamente la gran cuestión espiritual para todos los hijos de Dios. Si preguntamos cual es el asunto en esta dispensación que concierne a Dios y Su pueblo, de seguro la respuesta es esta, que ha de haber una casa, una casa espiritual, que existe en el panorama de la exaltación de Jesucristo. Ese es el asunto, y esto ahora viene a ser un tema espiritual

Pero también quiero que recordéis que, en cuanto tiene que ver con la manifestación, esto yace en el futuro; y sobre ello se mece esta pequeña y maravillosa palabra “si.” “Cristo como hijo por sobre la casa [de Dios], la cual casa somos nosotros, si...” Hebreos 12, que tercia sobre los tratos de Dios con nosotros como hijos, también tiene una gran “si”. “Si soportáis el castigo, Dios trata con vosotros como hijos.” Es una forma un tanto extraña de expresar las cosas. Casi parece como si no eres hijo si no soportas la disciplina. Pues bien, eso es lo que significa. El “si” está a la vista del hecho de que tú y yo aún no hemos llegado a la plenitud de la adopción como hijos. Habrá de ser la manifestación de la plenitud de la adopción como hijos lo que exponga la Casa de Dios en todo su esplendor. Es algo futuro, es una prospección. Si... si..

A lo mejor podéis percataros, en relación con esto, de la forma en que se llama tan a menudo la atención a Israel en el desierto en señal de advertencia. No se convirtieron, en el sentido que había en la mente de Dios, en Su casa. Han perecido en el desierto. No toleraron la disciplina. No permitieron a Dios tratar con ellos como hijos en la línea trazada por el entrenamiento para hijos. No se allegaron a su adopción como hijos. Se quedaron cortos de la gloria de la herencia del propósito pleno de Dios; y es un tema que se lleva de nuevo a los Corintios y a los Hebreos como advertencia. Somos Su casa si... si... si...

Ahora bien, ¿qué significado tiene esto? Ah, es esto, que aquello que el Hijo de Dios es en gloria, Él se hace dentro de nosotros de forma progresiva; que Cristo está siendo expandido más y más en nosotros como el Hijo que está por sobre la casa de Dios. Creo que es algo tan patente, tan inequívocamente necesario señalar, que el curso de nuestra experiencia espiritual bajo la mano de Dios se desarrolla siempre en este paisaje. Todas nuestras dificultades con el Señor, todos nuestros malos ratos, se basan en el principio de la sumisión al Señor, teniendo presente que el Señor tenga Su lugar. ¿No es verdad que es así? El Señor nos está escudriñando por medio de un aprendizaje para hijos. Agarra al hijo y pon al hijo bajo entrenamiento, y descubrirás lo que está en el hijo, tanto si el hijo és dócil como si no lo es, tanto si el hijo va a seguir a tu lado como si no. Pon al niño bajo disciplina, y descubrirás toda la rebeldía que se halla en la naturaleza del niño. Así es como el Señor está tratando con nosotros.

La palabra “disciplina” no es afortunada, pues se confunde en nuestras mentes con castigo. No tiene nada que ver. Dios no está en absoluto castigando a Sus hijos. El significado verdadero es aprendizaje para hijos, y en nuestra mente Satanás siempre convierte en castigo los tratos de Dios con nosotros. No es eso. Lo que Él está obrando en nosotros es el llevarnos a un lugar donde Él es absoluto Señor y puede hacer como Él quiere con nosotros, y ya no tenemos preguntas. Ninguno de nosotros ha alcanzado todavía ese lugar, pero eso es lo que el Señor está haciendo, y hay un gran “si”, como podéis ver. Podemos decir que ya no vamos a tolerar esta clase de disciplina, que dejamos el asunto. Bien, se divisa un trono, no sólo para Él, sino para nosotros. El Señor tiene un gran propósito para Sus hijos en unión con el Hijo como herederos y amigos de profesión en el gobierno de Su universo. Todo florece del hecho de que Jesucristo es Señor en los Cielos y en nosotros, y luego este Señorío es forjado en nosotros de un modo perfecto. Todo nuestro aprendizaje se enfoca en esa dirección. Así pues es una prospección, es un futuro, y el “si” está ahí. Somos la casa de Dios “si”... Ojalá que el Señor triunfe de tal manera en nosotros que el “si” pierda en gran medida peso, poder y lugar, y poco a poco deja de ser, y somos Su casa.

Preservando los deseos de T. Austin-Sparks con respecto a que se debe entregar libremente lo que libremente se ha recibido, estos escritos no tienen derechos de autor. Por lo tanto, estás en libertad de utilizar estos escritos según seas conducido a hacerlo. Sin embargo, si eliges compartir los escritos de este sito con otros, te pedimos que, por favor, los ofrezcas libremente: Sin costo alguno, sin pedir nada a cambio y enteramente libres de derechos de autor y con esta declaración incluida.